Hasta hoy la práctica de repartir volantes para hacer publicidad es muy socorrida en las pequeñas empresas, aunque muy pocas veces se pone a prueba contra otras opciones de publicidad para ver qué tan eficaz es. Digamos que mientras algún cliente aparezca con un volante, la campaña se da por buena.
Desafortunadamente la realidad es que la gran mayoría de estos volantes terminan siendo basura, pues no se entregaron necesariamente a la gente que los quería, ni en el momento que querían comprar el producto y muy probablemente tampoco se entregaron de la forma correcta como para que la gente se interesara en ellos, sino más bien para terminar de repartir.
Como clientes sin duda lo hemos experimentado, entonces ¿por qué como negocios lo seguimos haciendo?